¡Oh inocentísimo Jesús! por los crueles dolores que sufriste al ser clavados en la cruz tus pies y manos, haz que yo esté siempre sujeto a cumplir siempre tu santa voluntad; que crucifique mis pasiones con la práctica constante de la mortificación.
Por tu cruz y resurrección, nos has salvado Señor.
Escuchando la voz de Jesús, dejándolo todo , lo siguieron. Lc 5,11
martes, 10 de marzo de 2009
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