miércoles, 1 de mayo de 2013




EL MILAGRO ATRIBUIDO A LA MADRE PAULINA

El día se presentaba frío y encapotado en Roma el 14 de Abril de 1985, pero la multitud de 4000 peregrinos estaba emocionada y animada, con la calidez, con la calidez y el brillo de su propia alegría y felicidad. Por encima de sus cabezas, sonaban las vigorosas campanas de San Pedro. ¡Replicaban interminablemente, exultantes y ensordecedoras!. Parecían estar convocando al mundo entero a presenciar aquel glorioso acontecimiento. ¡ El aire estaba eléctrico de júbilo!. Porque allí, durante una Misa celebrada al aire libre, frente a la mayor catedral del mundo cristiano, la Madre Paulina von Mallinckrodt y la Madre Caterina Troiani fueron públicamente declaradas Beatas por el Papa Juan Pablo II.
La Madre Paulina había muerto el 30 de abril de 1881, y había sido sepultada en la cripta de la Capilla de San Conrado en Paterborn. La pusieron en el mismo lugar que ella había dado temporalmente al cuerpo del Obispo Conrad Martin.
Debido a que las Hermanas siempre estuvieron convencidas de su santidad, lograron que se llevara a cabo el largo proceso de investigación para la beatificación que había comenzado el día 1º de mayo de 1926. Continuó durante 1938, 1942, 1958, 1961, a medida que personas expertas estudiaban todos sus trabajos escritos, su práctica de la virtud, y entrevistaban a personas que la habían conocido.
Posteriormente pasaron al estudio de su respuesta a la oración, particularmente el milagro, obrado a través de su intercesión, sobre una de sus queridas Hermanas en 1955. Fue su tarea ver si era auténtico, instantáneo y duradero. Esta es la historia que escucharon.
La Hermana Cristófora Ostermann era una joven y feliz Hermana de la Caridad Cristiana, que había contraído esclerosis múltiple. La enfermedad avanzó tanto que el 13 de mayo de 1955, con las piernas paralizadas, fue trasladada en ambulancia desde Paterborn al hogar para enfermos que las Hermanas tienen en Wiedenbrück, para morir. Estaba desahuciada.
A pesar de esto, todas las Hermanas de la Provincia Alemana, y la misma Hermana Cristófora rezaron con gran confianza a la Madre Paulina para lograr la recuperación.
En una semana la Hermana Cristófora cumpliría 29 años. Dios mediante, para ese entonces El la habría curado por medio de la Madre Paulina.
El día después de su llegada a aquel lugar, la Hermana Cristófora estuvo intentando tomar su Nuevo Testamento. Lo necesitaba para hallar valor e inspiración. Pero su enfermedad dificultaba tal movimiento. Lo hizo después de un verdadero esfuerzo, y ella estaba muy débil. A las 2:30 había abierto el libro pero tuvo que poner toda su energía en leer porque sus ojos estaban también afectados.
Lentamente encontró el lugar. Era Marcos, capítulo 11, versículos 22-26. Jesús les dijo: “Pongan su confianza en Dios”.
La Hermana Cristófora tuvo una clara sensación, como si esas palabras hubieran estado dirigidas a ella. Continuó leyendo:
“Os aseguro que quien dijere a ese monte: Quítate de ahí y arrójate al mar, y no titubeare en su corazón, sino creyere que lo que dice se hace, lo alcanzará. Por eso os digo: Todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo recibisteis y lo tendréis. Y cuando os pongáis a orar; perdonad, si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone vuestros pecados”.
Luego, la Hermana oró ,tratando de seguir las palabras que acababa de leer.
* Señor, tu eres el mismo hoy que entonces. Tus palabras fueron verdaderas no sólo para los discípulos sino que también lo son hoy. Dame la fe que necesito.
Volvió a seguir leyendo. Volvió a rezar.
- Señor, estas son tus palabras. Sí, creo.
Luego fijó los ojos en las palabras “perdonad, si tenéis algo contra alguien”, perdonó a todos de corazón, llamó a la Madre Paulina ,una y otra vez.
Las palabras de la Madre Paulina: “Dios se deja vencer por la oración” continuaban sonando en su mente, junto con dos palabras especiales que había pronunciado el Obispo Baumann, ya fallecido. El había hablado de “fe temeraria”, y en eso pensaba ella constatemente.
Una y otra vez repetía: “Sí, creo”
De pronto, se sentó erguida. Le urgía caminar. Sabía que podía caminar . Salió de la cama y dio unos tres pasos hacia la ventana..todo por sí misma. Luego recordó que se le había dicho, que no se levantara sola, así que volvió a la cama y continuó rezando.
Rogó a Nuestra Señora que le pidiera a su Hijo diera esta alegría a la Madre Paulina, y puso todo en sus manos.
* Por favor Madre María, manda una Hermana a mi habitación a las 3 hs.
A las 2:55 se oyó un golpecito en la puerta. La Hermana Julieta abrió silenciosamente.
- sólo quería ver si hay algo que pueda hacer por usted, Hermana Cristófara,- le dijo.
Para sorpresa suya, la paciente le respondió contenta:-Hermana Julieta, por favor llame a la enfermera. Quiero levantarme. Sé que puedo levantarme.
La Hermana Julieta la miró asustada, pero guardó silencio. Salió rápidamente y al cabo de unos minutos la enfermera, Hermana Quiriona, estaba junto a la cama. Cuando escuchó la solicitud de la Hermana Cristófara, en primer lugar pensó que la enfermedad le había afectado el cerebro. Pero finalmente, cedió.
La Hermana Cristófara estaba muy débil por su larga enfermedad, pero, con ayuda de la enfermera, caminó a uno y otro lado de la habitación.
La Hermana Quiriona miró detenidamente las piernas de la Hermana. Ya no había temblores ni convulsiones, su color era normal, ¡y la parálisis había desaparecido por completo! ¡La Hermana Critóforo estaba curada!
Pronto vino la Hermana Belina, que era la superiora. La Hermana Quiriona le mostró lo que había sucedido. Ambas se dieron cuenta que algo extraordinario había acontecido.
Entonces, la Hermana Cristófora fue a la capilla con la superiora y la enfermera, y las tres dieron gracias a Dios por su bondad y su misericordia.
De alli fueron a telefonear a la reverenda Madre Matilde (la segunda) en Paterborn y le contaron la sorprendente noticis.
El sólo hecho de oir a la Hermana Cristófora, en persona, contar la historia por teléfono asombró a la Reverenda Madre.
Al otro día domingo, la Hermana Cristófora asistió a la Santa Misa, y, de tarde, a la Bendición. No se sintió cansada, ni tuvo dolor alguno. Hoy, 31 años después, está aún muy activa en el departamento de tejido del Hogar de Ciegos en Paderborn.
A muchos de los peregrinos que asistieron a la beatificación les tomó medidas para confeccionar sweters; y ellos quedaron admirados al conocerla.
El milagro de su curación fue examinado y comprobado por 3 comités separados, integrados por médicos, teólogos y cardenales. Los 7 médicos unánimemente dieron fe de la autenticidad de la curación después de examinar todas las pruebas. A su vez, los teólogos y cardenales también la aceptaron. Finalmente el Papa Juan Pablo II la aceptó.
Cuando en Roma le fue presentada la Hermana Cristófora, él le dirigió una maravillosa sonrisa. Sí, la Hemana Cristófora fue curada en forma instantánea mediante la intercesión de la Madre Paulina. No cabe duda que Paulina von Mallinckrodt está en el cielo.
Fue así que aquel encapotado y ventoso día de abril, la impresionante procesión de sacerdotes, obispos y el Santo Padre llegaron al alta al aire libre, a las puertas de la basílica de San Pedro, para comenzar la Santa Misa.
Solemne y gozosamente, el coro especial de San Pedro denominado schola, a cuatro voces, compartió alternativamente con los peregrinos los cánticos de la conocida Misa de los Ángeles.
Después del Kyrie (Señor, ten piedad), el Arzobispo Degenhart, de Padeborn, y el Obispo Cella, de Frentino, por separado, solicitaron a nuestro Santo Padre proclamara la beatificación de Paulina von Mallinckrodt y de Caterina Troiani.
Fuente: “La mujer que nadie pudo detener”




BEATIFICACIÓN DE LA MADRE PAULINA VON MALLINCKRODT










BEATIFICACIÓN DE LA MADRE PAULINA

El 14 de abril de 1985 Su Santidad Juan Pablo II beatificó a la Madre Paulina reconociendo en su vida un modelo y mensaje válido para el hombre de hoy. 

"La Madre Paulina es un ejemplo de vida. A la angustiosa inquietud del hombre moderno, ella señala un camino de Paz interior: busca animosa y confiada a Dios en los hermanos que sufren. Por eso su mensaje es actual, en la medida que es siempre actual la búsqueda de Dios."
De la homilía de SS. Juan Pablo II, Misa de la Beatificación, abril de 1985. 
“Como la Madre Paulina era creyente, por eso era vidente: veía con el corazón, veía con los ojos de Jesús, y por eso veía bien. La fe de nuestra Beata no fue sólo un acto de obediencia intelectual, un Sí a los artículos del Credo; su fe fue un estilo de vida, en comunión con la vida de Jesús, participando así de la vida de la verdadera vid –veía bien y vivía bien”. 
De la Homilía del entonces Cardenal Joseph Ratzinger, hoy Su Santidad Benedicto XVI, con ocasión de la Beatificación de la Madre Paulina, en la Parroquia de los Mártires Canadienses. Roma, abril de 1985.  

BEATA PAULINA VON MALLINCKRODT





LA MADRE PAULINA Y LAS HERMANAS DE LA CARIDAD CRISTIANA

Paulina von Mallinckrodt nace el 3 de junio de 1817 en Minden, Westfalia. Es la mayor de los hijos de Detmar von Mallinckrodt, de religión protestante y alto funcionario de gobierno del estado de Prusia y de su esposa, la baronesa Bernardine von Hartmann, de religión católica, originaria de Paderborn. Desde pequeña absorbe con avidez la formación cristiana que le imparte su madre, con amor. De ella hereda una fe profunda, un gran amor a Dios y a los pobres y una férrea adhesión a la Iglesia católica y a sus pastores. Herencia paterna son la firmeza de carácter, los sólidos principios, el respeto hacia los demás y el cumplimiento de la palabra empeñada. Parte de su niñez y juventud pasa Paulina en Aquisgrán, adonde fue trasladado su padre. Por la temprana muerte de su madre, Paulina, cuando sólo cuenta 17 años de edad, toma en sus manos la dirección de su casa y la educación de sus hermanos menores Jorge y Hermann y de la pequeña Berta.

Cumpliendo su tarea a plena satisfacción de su padre, encuentra tiempo y medios para ponerse al servicio de tantos pobres que por los cambios técnicos, económicos y sociales de su siglo, sufren de miserias materiales y espirituales. En Aquisgrán, con sus amigas, cuida enfermos, niños y jóvenes. 

A los 18 años recibe el sacramento de la Confirmación y se hace habitual en ella la Misa diaria. Un poco más tarde su confesor le permite la comunión diaria, algo infrecuente en esa época. Fruto de la Confirmación es también la decisión de Paulina de consagrar su vida entera al servicio de Dios. 

Cuando su padre se retira del servicio estatal y se instala con su familia en Paderborn, prosigue Paulina su actividad caritativa. Invita y entusiasma a señoras y jóvenes a colaborar en el cuidado de enfermos pobres; pero ante todo le parece necesaria la educación e instrucción de los niños pobres. Funda para ellos una guardería y acoge niños ciegos para cuidarlos e instruirlos. Impulsada por la fuerza de la gracia, organiza la Liga Femenina para el cuidado de los enfermos pobres. 

Luego funda un jardín de infantes para atender a los niños de las madres que deben trabajar fuera de su hogar para ganar el sustento diario de la familia. La fundación de este kindergarten en 1840 fue una idea novedosa y de avanzada para proteger y dar un ambiente de contención y afecto a estos niños que no podían ser cuidados por sus madres.

Llega hasta las chozas de los pobres para aliviar sus miserias; los ayuda, consuela, exhorta y ora con los enfermos, sin temer ni la suciedad ni los contagios, sino por el contrario, lo afronta todo con una sonrisa dedicando gran parte de su vida en un incansable servicio en favor de los que sufren. "Nunca he encontrado a una persona como ella; es difícil describir la imagen tan atrayente y emotiva de su vivir en Dios" escribe en una carta su prima Bertha von Hartmann. En 1842 poco después de la muerte del señor von Mallinckrodt, le confían a Paulina el cuidado de unos niños ciegos muy pobres. Ella los atiende con la exquisita afabilidad que la caracteriza.   como Dios sabe guiar todo según sus planes, son los niños ciegos los que darán origen a la Congregación, porque a Paulina la admiten en distintas congregaciones religiosas pero no así a los ciegos. 

Paulina pide una vez más consejo a Monseñor Antonio Claessen quien después de escucharla atentamente y de hacer mucha oración le hace ver que ella está llamada por Dios a fundar una Congregación. Y obtenida la aprobación del Obispo de Paderborn Monseñor Francisco Drepper, el 21 de agosto de 1849 funda la Congregación de las Hermanas de la Caridad Cristiana, Hijas de la Bienaventurada Virgen María de la Inmaculada Concepción con tres compañeras más. Pronto se abren otros campos de actividad: hogares para niños y escuelas.

Bendecida por la Iglesia, la Congregación florece y se extiende rápidamente en Alemania; pero como toda obra grata a Dios, debe ser probada por el sufrimiento; la prueba no tarda en llegar. El Canciller von Bismark emprende en 1871 una dura lucha contra la Iglesia católica. Una tras otra ve la Madre Paulina cómo se van cerrando y expropiando las casas de la Congregación en Alemania. Con su profundo espíritu de fe la Madre Paulina ve la mano de Dios en esta persecución religiosa. Las casas de la joven Congregación fueron confiscadas, las Hermanas expulsadas, la fundación parecía llegar a su fin. Pero justamente así produjo frutos, se extendió por Estados Unidos y América Latina.

En la misma época de las persecuciones en Alemania llegan muchos pedidos de Hermanas desde Estados Unidos y Sudamérica para enseñar a los niños inmigrantes alemanes. Paulina respondió enviando pequeños grupos de Hermanas a Nueva Orleans en 1873. En los siguientes meses se enviaron más grupos de religiosas a los Estados Unidos y ella misma hizo dos largos viajes a América para constatar en persona las necesidades del Nuevo Mundo, donde fundó al poco tiempo una Casa Madre en Wilkesbarre, Pennsylvania. Desde entonces las Hermanas abrieron además casas en las arquidiócesis de Baltimore, Chicago, Cincinnati, New York, Philadelphia, St. Louis, y St. Paul, y en la diócesis de Albany, Belleville, Brooklyn, Detroit, Harrisburg, Newark, Sioux City y Syracuse. 

En noviembre de 1874 arriban las primeras religiosas a la diócesis de Ancud, en Chile, solicitadas por Monseñor Francisco de Paula Solar. De allí partirían unos años más tarde hacia el Río de la Plata, en 1883 a Melo, Uruguay, y en 1905 a Buenos Aires, Argentina. A fines de década de 1870 la persecución religiosa terminó en Alemania y las Hermanas pudieron volver desde Bélgica a su patria donde prosiguieron con su obra. 

La Madre Paulina volvió a Paderborn después de su viaje a América en 1880. A los pocos meses, ante el dolor de las Hermanas, la Madre Paulina enfermó gravemente de neumonía y murió el 30 de abril de 1881.


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