sábado, 14 de marzo de 2009

No tenía donde reclinar la cabeza


Estas palabras del Evangelio me movieron a ofrecerle al Señor mi vida para que él recline su cabeza sobre mí.Siempre en búsqueda de la voluntad de Dios, yo decía que quería ser "perpetúo", porque una de mis tres hermanas ya era religiosa del Perpetuo Socorro; otras dos eran religiosas de la Virgen Niña. Ya a los 16 años, ayudando a mi mamá en la cocina sentí clara la voz del Señor que me decía: "Te quiero mía". A partir de entonces busqué caminos, acompañada por mi Director espiritual, un Padre jesuíta.

Ya desde pequeña- tenía siete años- después de hacer la Primera Comunión, me permitió mi mamá participar de los grupos de niñas de la Acción Católica que había en la Parroquia. Mis hermanas mayores estaban todas en la Acción Católica y yo las seguía siempre en todo lo que ellas hacían.

Continué mis estudios, según la voluntad de mi mamá y me recibí de maestra. Yo tenía inclinación por una Congregación de adoración perpetua al Santísimo, pero Dios dispuso las cosas de otra manera. Las Hermanas de la Caridad Cristiana donde actualmente soy religiosa, necesitaban una maestra, yo recién recibida fui a trabajar allí. Me gustaban las Hermanas, su vida comunitaria, su espíritu eucarístico . Luego de consultar a mi Director espiritual hablé con mamá; sabía que plantearle mi vocación a mi papá iba a ser difìcil, ya que mis tres hermanas tuvieron que luchar mucho con papá. Él no creía en Dios. Acompañada por una Hermana de la Caridad Cristiana hablé con la Superiora de la Congregación y esperé mi mayoría de edad porque en áquel entonces tenía diecinueve años.

Quisiera recordar aquí mi tiempo de estudiante, - participé activamente en grupos de la Acción Católica-iba a un liceo del estado, como habían ido mis hermanas, porque era preocupación de mamá..."entonces, si no van allí; ¿Quién hace apostolado?" En ese tiempo estaba prohibido hacer "proselitismo" dentro del establecimiento. Con orgullo esperábamos la salida de los diferentes grupos, en la vereda, para hacer nuestras invitaciones. Fue mucha y muy fuerte la vivencia en esos años de estudiante, sobre todo porque era acompañada por el ejemplo de mis hermanas y el empuje de mi mamá, a pesar del "ateísmo" en el que vivía mi papá. Sin embargo, en el momento de seguir el llamado del Señor que "no tenía donde reclinar su cabeza", no seguí a mis hermanas en las Congregaciones donde ellas estaban. El Señor guió mis pasos hacia donde el me quería y me esperaba. La necesidad de una maestra laica, el título que recién había alcanzado, fueron los instrumentos con los cuales Él me atrajo a esta Congregación de Hermanas de la Caridad Cristiana fundada por la Madre Paulina von Mallinckrodt.

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