"Que
todos sean uno..."
(Jn. 17, 21) Este fue también el deseo de la Madre Paulina, que sus Hermanas
sean un sólo corazón y una sola alma. Esta
profunda unidad, arraigada en una fe viva, es un don del Espíritu Santo y tiene
su origen y modelo en la vida de la Trinidad. Se fortifica por nuestra celebración
de la Eucaristía, por la vivencia del carisma y la misión que compartimos.
Escuchando la voz de Jesús, dejándolo todo , lo siguieron. Lc 5,11
jueves, 31 de octubre de 2013
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