domingo, 30 de agosto de 2020

HERMANAS DE LA CARIDAD CRISTIANA.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,21-27):

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»
Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas corno los hombres, no como Dios.»
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»

Comentario del Evangelio

Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301), monja benedictina
El Heraldo, Libro III, (SC 143. Œuvres spirituelles, Cerf, 1968), trad. sc©evangelizo.org.

Durante la respuesta litúrgica (…) “He aquí que viene el Señor, nuestro Protector, el Santo de Israel”, Gertrudis comprendió lo que ocurre si alguien, en lo profundo de su corazón, se aplica a poner toda su voluntad a desear que toda conducta de su vida, en la alegría como en las adversidades, obedezca a la muy adorable voluntad de Dios. Por tal disposición, con la gracia de Dios, rendiría al Señor el mismo honor que rinde al Soberano el que pone sobre su cabeza la corona imperial. (…)

Vio al Señor avanzando en un camino, agradable por la belleza del follaje y de las flores, pero estrecho y áspero por los espesos arbustos de espinas. El Señor parecía avanzar detrás de una cruz que separando las espinas de cada lado, abría un cómodo pasaje. Se tornaba con rostro sereno hacia los que lo seguían, animándolos y diciendo: “El que quiera venir detrás de mi, que se renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mt 16,24).

Comprendió con esas palabras que cada uno tiene por cruz una prueba propia. Por ejemplo, la cruz de uno es de deber actuar contrariamente a sus deseos, bajo el aguijón de la obediencia. La cruz de otro es ver el peso de la enfermedad poner obstáculo a su libertad. Y así es para todos. Esta cruz cada uno debe llevarla aceptando, con toda su voluntad, sufrir por lo que lo contraría. Aplicándose lo mejor posible, sin descuidar nada, a lo que es para alabanza de Dios.


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