PAULINA von MALLINCKRODT no se guiaba por consideraciones puramente humanas, sino que estaba firmemente arraigada en Cristo y su Iglesia. Ella oyó el llamado de Cristo y lo siguió. Ella sabe que el seguimiento de Cristo se vive en el mundo. Ella sabe que no está libre de preocupaciones, angustias y ansiedades del mundo, sino que vivir el evangelio exige aceptar esta vida con sus alegrías, pero también con sus contrariedades.
PAULINA está orientada totalmente hacia Dios y al mismo tiempo está atenta a las necesidades del mundo. Ella sabe que Dios está allí, en este mundo, como crucificado en el semblante de los que sufren, de los olvidados, de aquellos que la sociedad descarta. Lo ve en la prójimo. De aquí radica su decisión totalmente entregada a Dios en los más necesitados, en su caso, en los más pobres que son los ciegos. Aquí radica su incasable actividad apostólica, su maternal amor por los ciegos y los abandonados.
Que nuestra vida sea hoy un reflejo por ese amor apasionado por los que más sufren. Por aquellos que hoy son el rostro de Cristo.